Versión.
El decimosexto aniversario del asesinato del cardenal Posadas es una vez más la oportunidad de agitar los demonios y fantasmas que rodean a la relación del narcotráfico con la Iglesia católica, porque ésta definitivamente existe, de una u otra manera. La ultraderecha de Jalisco quiere un mártir, un hombre que por lo tanto pueda ser llevado a los altares. De paso, denunciando un "crimen de Estado", en el que su principal testigo sería Carlos Salinas de Gortari, debilita al PRI en la entidad y favorece la alianza estrechísima entre el poder civil panista y el eclesiástico, que a veces parece más bien subordinación del primero al dominio de los ayatolas. Pero en el ánimo de beatificar a Posadas se ha filtrado "información" de que el cardenal, cuando era obispo de Tijuana, habría recibido dinero del cártel de las drogas de esa ciudad para el seminario diocesano de cuyos principales dirigentes era además su confesor. Nada de eso, que yo sepa, está comprobado y dicha información para lo único que realmente sirve es para mostrar la muy compleja relación existente entre el clero, los feligreses y los narcotraficantes.
El ya fallecido monseñor Ramón Godínez, siendo obispo de Aguascalientes, dijo ingenua pero sinceramente lo que mucha gente sabe y piensa: que muchos de los narcotraficantes son católicos, que entregan donativos a la Iglesia de muchas maneras y que algunos de sus jerarcas están de acuerdo en que ésa es una manera de purificar el dinero, como si entregarlo para buenas obras limpiara los crímenes que se cometieron para obtenerlo. Un alto dirigente de la Conferencia del Episcopado Mexicano señaló que "muchos narcotraficantes en sus lugares de origen aportan recursos que son bien recibidos en zonas pobres, porque han llevado servicios a dichas poblaciones. Incluso -agregó- construyen sus capillas al santo patrono del lugar o al santo de su mayor devoción. Por eso los pobladores los ven como bienhechores bondadosos que ayudan a mejorar su situación". Así que por eso no resulta extraña la versión que le atribuye nexos al cardenal Posadas con miembros del cártel de Tijuana. Digamos que es creíble. Más de un obispo y muchos sacerdotes recibirían dinero del narcotráfico, sin cuestionarlo y sin cuestionarse.
Pero el problema trasciende a las personas, por varias razones. En primer lugar (y esto me parece lo más importante) la Iglesia católica de manera intencional no tiene una sola política y una sola estrategia hacia el problema del narcotráfico. La verdad es que ha habido demasiada ambigüedad y no únicamente en México sino en todo el mundo. El libro de Roberto Saviano, Gomorra, nos ofrece un ejemplo reciente de ello. El libro lleva ese título porque uno de sus capítulos habla de la lucha que un joven sacerdote quiso hacer en contra de la camorra napolitana (equivalente a la mafia siciliana) y de cómo en alguna de sus homilías o mensajes se refirió a la situación de esa región, asolada por la criminalidad, como una especie de Gomorra o ciudad del vicio. No tardó mucho para que el sacerdote fuese acribillado por la camorra, acabando de tajo con este valeroso pero aislado esfuerzo del sacerdote. En la misma situación se encuentran muchos sacerdotes mexicanos que quisieran enfrentar al crimen organizado y al narcotráfico, pero están aislados de su obispo y del apoyo de la institución. Es comprensible que, en el mejor de los casos, vuelvan la cara hacia el lado contrario y se dediquen a otros asuntos, abandonando a sus feligreses a las garras del crimen.
Nunca se ha visto una campaña generalizada de la Iglesia romana en contra del crimen organizado y las diversas mafias italianas y de otras partes del mundo católico. Por el contrario, los rumores han abundado acerca de los vínculos amistosos y nexos de todo tipo de algunos miembros de la jerarquía católica con la mafia. Los llamados en contra de "la cultura de la muerte", ya viejos, han tenido otros destinatarios. Así como muchos otros sectores de la sociedad, la jerarquía católica, o por lo menos una parte de ella, ha sido ambigua y complaciente con los narcotraficantes y criminales. Los ha tratado como pecadores, como seres que han errado el camino pero que deben y pueden arrepentirse. Mientras lo hacen, se ha aprovechado de una parte del producto de sus actividades ilícitas. Han sido cómplices pues. En ningún momento he visto a un miembro de la jerarquía utilizar su autoridad moral y poder eclesiástico para frenar al narcotráfico y el crimen organizado. No he visto a ninguno arriesgarse. Sí he visto, por el contrario, a muchos acusar a las autoridades políticas de no hacer nada o de estar coludidas con el narco. Es una posición muy cómoda y farisea.
Así que en lugar de andar buscando mártires inexistentes, sería muy bueno que la jerarquía se dedicara a luchar contra el crimen organizado con el mismo ímpetu que persigue a las mujeres y hombres que han pugnado por despenalizar el aborto o la eutanasia. Si en lugar de promover la defensa de "la vida", se comprometiera un poco más con su feligresía. Si la jerarquía católica hiciera realmente un esfuerzo por salir de su ambigüedad y complacencia ante el crimen y lo hiciera de manera general en el país, quizás recuperaría un poco de la autoridad moral que ha perdido.
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