Versión.
Esta mañana, en el cementerio de ejido coahuilense Paso del Águila, Torreón, será sepultado el cuerpo de Eliseo Barrón Hernández, el reportero de La Opinión Milenio que una partida de rufianes levantó de su casa, torturó y asesino antier por la noche.
La infamia pasó a formar parte de las estadísticas que hacen del nuestro uno de los países donde más peligro corren los oficiantes del periodismo en territorios que se antojan ajenos a la Federación.
El patrimonio material de Eliseo eran la modestísima casa de donde fue secuestrado y una triste camioneta, pero su riqueza la conformaban sus desventurados deudos, en particular su esposa, dos hijitas, su madre y seis hermanos.
A la consternación y tristeza se suma el hecho de que ninguno del medio centenar de asesinatos de periodistas ocurridos en México de 2000 a la fecha ha sido resuelto por cualquiera de las 33 eufemísticas procuradurías de justicia, incapaces también de aclarar la mayor parte de todos los crímenes que a diario se cometen en agravio de cualquier hijo de vecino.
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