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Día con Día / Tiempos perdidos.
miércoles, 27 de mayo de 2009
AUTOR: Héctor Aguilar Camin GENERO: Columna
FUENTE: Milenio Diario PÁGINA: 2
COSTO: $17,767.00
Versión.

Como quien dice lo obvio, será porque es obvio, políticos y observadores coinciden en que no es tiempo de hablar de los problemas graves del país.

Es tiempo de elecciones, se dice, y no hay espacio para malas noticias. Tiempo de campaña y de promesas: golosinas para el electorado.

Uno pensaría todo lo contrario, que los tiempos de elecciones son de revisión de entuertos y promesas de corrección, tiempos para ventilar los problemas que aquejan a los ciudadanos y ofrecer salidas.

El 5 de julio se elegirá la nueva Cámara de Diputados, cuya primera tarea definir el presupuesto de la federación, única entidad del Estado mexicano que tiene recursos fiscales y cuya derrama equivale a casi el cien por ciento del gasto y la inversión públicas.

El presupuesto del 2010 es una desgracia anunciada. Por la baja recaudación debido a la crisis económica y por los gastos extraordinarios que supuso la epidemia de influenza, se habla ya de un déficit de 300 mil millones de pesos.

Antes de legislar lo del año 2010, quizá la cámara entrante deba enfrentar en los hechos distintos recortes presupuestales para 2009.

Central para los ciudadanos es saber lo que piensan hacer los diputados con esta su primera tarea legislativa: subir impuestos, subir la deuda o recortar el presupuesto.

Son tres cosas muy distintas entre sí y en caso de una combinación, hay también combinaciones muy diferentes.

En el corto plazo, subir impuestos es la más cara de las tres opciones. La sigue en costo el recorte presupuestal. La más suave y tentadora es echarse un clavado en la deuda y el déficit.

En el mediano y largo plazo se invierten los costos. Lo más caro es la deuda, lo menos caro es el recorte presupuestal y lo rentable es cubrir con impuestos de los ciudadanos las necesidades públicas del Estado.

Todo es cuestión de grados, desde luego y, por tanto, un asunto de equilibrio.

Se diría que lo que los diputados piensan hacer con este problema debe ser una orientación clave para el voto de los ciudadanos, pues pocas cosas pueden incidir tanto en el bienestar de éstos como la solución que den los legisladores al presupuesto federal.

Pero no son tiempos de malas noticias, ni de compromisos públicos. Son tiempos de promesas y cárteles. Tiempos perdidos.
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